Pocas cosas anhelan tanto los seres humanos como conocer el futuro. Evidentemente el futuro no está escrito ningún lado para que podamos leerlo. El futuro está en manos del libre albedrío y sólo Dios lo conoce. Dios lo conoce pero no lo ha dejado escrito en ningún lado, está en la mente de Dios.
Pensar que un astro, es decir, un pedrusco en llamas, a millones de kilómetros, tiene alguna influencia sobre mi futuro o mi carácter o mis lances amorosos, es una locura, una completa sinrazón. La astrología con sus complicaciones y reglas trata de hacer creíble lo que desde el principio es algo que no tiene ni pies ni cabeza. Los hombres han fabricado con la astrología una semejanza a la ciencia para embaucar a sus semejantes. Es sorprendente que un método que nunca ha funcionado siga perpetuándose siglo tras siglo.
Por lo dicho, se ve que da lo mismo el modo y técnica usada para averiguar el futuro. Todos los modos son irracionales e inútiles. Aunque es cierto que si una persona ha invocado a los espíritus malignos, estos pueden estar al lado de la tarotista, por ejemplo, e inspirarle cosas en su mente al ir mirando las cartas que aparecen. Las cartas en sí no dicen nada, pero los demonios a algunos les inspiran pensamientos. De ahí que algunas personas que adivinan el futuro, a veces, acierten con precisión. Pero no es por el método usado, sino por los espíritus. Por otro lado, sólo aciertan a veces. Y curiosamente, muy a menudo, únicamente aciertan en temas intrascendentes. Pues los espíritus malignos no están por la labor de ayudar a las personas. Así que comunican cosas para que la gente crea en estos temas, pero no quieren prestar auxilio eficaz a los mismos que vienen en busca de ayuda por este camino.
Muchos videntes, echadores de cartas, astrólogos, etc creen poseer un don. Pero ese mínimo don procede de un espíritu que les ronda (y que finalmente les entra) y que les comunica su tristeza. Si la angustia que sienten en su interior les lleva a aceptar a Cristo y a renunciar a todo este mundo de videncia ocultista, descubren que el don desaparece en cuanto se marcha el mal espíritu. Muchos videntes creen tener un don, pero sólo es un mal espíritu que les introduce pensamientos en su mente.
Padre José Antonio Fortea.