Por la señal de la santa Cruz, etc.
I. En las angustias de este valle de lágrimas ¿a quién acudiremos sino a Vos, depositario de los tesoros que os entregó María para que los repartierais en nuestro provecho? “Id a mi esposo José, parece que nos diga María, y él os consolará y levantándoos de la miseria que os rodea, sabrá haceros felices.” Piedad, amado San José, tened misericordia de nosotros por todo el amor que alimentasteis hacia una esposa tan digna y tan amable.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
II. Conocemos haber provocado la divina justicia con nuestras repetidas culpas y merecer por ellas el debido castigo. ¿Cuál será ahora nuestro asilo y refugio? ¿En qué puerto nos salvaremos? “Id a José, parece que nos diga Jesús, id a José, que fue reverenciado por mi y tenido en lugar de padre; a él, como a padre, he comunicado mi poder para que lo ejerza a su gusto en provecho de vosotros.” Piedad, oh José, tened misericordia de nosotros por el amor que tuvisteis a Hijo tan respetable y querido.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
III. Las innumerables culpas que hemos cometido provocan todos los castigos; así lo comprendemos y confesamos, querido Santo. ¿Dónde nos asilaremos para salvarnos? ¿Cuál será el iris de bonanza que nos consuele en la desgracia? “Id a José, parece que nos diga el Eterno Padre. Id a José que en la tierra hizo mis veces con mi Hijo predilecto. Yo le confié a mi Hijo, fuentes de gracias; de consiguiente todas las gracias” Piedad, oh José, tened compasión de nosotros por el gran amor que manifestasteis a Dios, tan misericordioso con todos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Bendita sea la santa, inmaculada y purísima Concepción de la Beatísima Virgen María. Amén.
Terminar con la siguiente oración a San José, prescrita por S.S. León XIII:
A Vos, recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José, y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que profesasteis al niño Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades. Proteged, prudentísimo custodio de la divina Familia, al linaje escogido de Jesucristo; preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción; sednos propicio y asistidnos desde el cielo, ¡oh poderosísimo Protector nuestro! en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas; y del mismo modo que en otra ocasión librasteis del peligro de la muerte al niño Jesús, defended ahora a la santa Iglesia de Dios contra las asechanzas del enemigo y contra toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos con vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del cielo. Amén