miércoles, 1 de febrero de 2017

¿Qué debe hacer el exorcista si su ministerio es despreciado?


Este ministerio del exorcismo practicado como ministerio permanente confiere honor y desprecio al que lo ejerce. Nunca sólo honor, sino ambas cosas cargarán sobre las espaldas del ministro sagrado que tome sobre sí esta carga.

Cuando hermanos sacerdotes imbuidos de racionalismo le critiquen, el exorcista debe al momento, sin dar tiempo a la tentación, decirse estas dos cosas:

1º. Que debe estar contento de ser despreciado por hacer la labor de Cristo. Ser despreciado a causa de Él es motivo de alegría.

2º Que por sus propios pecados merecería mucho más desprecio. Y que por tanto debe tomar los desprecios injustos como precio, barato, de los que realmente merecería que son muchos más y peores.

Dios siempre permite el desprecio para purificar a su ministro de la soberbia que nace de la admiración y elogios que suscita su labor. Ante el conocimiento de una crítica, nunca hay que dejar ni un segundo sin volver a traer a la mente estos dos puntos, pues si no nacerían pensamientos contra la caridad, y de esa semilla la amargura e incluso la rabia interna.

Al exorcista le duele que sean sus hermanos sacerdotes los que a veces más le critiquen, pero debe pensar que incluso en la época de Jesús había racionalismo. Los saduceos creían en Dios, pero no en la resurrección.

Una pregunta que se hará el exorcista es si debe defenderse de esas críticas, acusaciones o mentiras. En principio, como norma, lo más perfecto es no defenderse sino poner la otra mejilla. Debe dejar su defensa en manos de Dios. El exorcista tiene que tener fe en su Defensor. Además, digan lo que digan nadie puede quitarle el ejercicio de su ministerio, salvo su obispo. Y si su obispo se lo quitara, tal sería la voluntad de Dios. Jesús puede querer que el ministerio se realice, pero puede querer que no sea él en concreto el que continúe. O tal vez quiere que lo abandone por un tiempo para ver si había en su corazón apegos a este modo concreto de servir al prójimo. A veces, hasta en el servir a los demás surgen apegos de los que ni nosotros mismos somos conscientes.

Padre José Antonio Fortea.