martes, 3 de enero de 2017

LA DOCTRINA DEL SANTO NOMBRE



Explicaremos ahora la doctrina del Santo Nombre –el capitulo más importante de este libropara mostrar a nuestros lectores de donde viene el poder y el divino valor de este Nombre y cómo los santos obraron maravillas por Él y cómo nosotros podemos obtener por su eficacia todas las bendiciones y gracias.

Puedes preguntar, querido lector, ¿cómo puede ser que una sola palabra pueda obrar tales
prodigios?

Contesto que con una palabra Dios hizo el mundo. Con su palabra, Él hizo de la nada el sol, la luna, las estrellas, las altas montañas, y los vastos océanos. Por su palabra sostiene la existencia del universo. 

¿No hace el sacerdote también, en la Santa Misa, el prodigio de prodigios? ¿No transforma la pequeña hostia blanca en el Dios del Cielo y de la tierra con las palabras de la Consagración? Y aunque Dios solamente puede perdonar los pecados, ¿no lo hace el sacerdote también en el confesionario perdonando los más negros pecados y los más espantosos crímenes? ¿Cómo? Porque Dios da a sus palabras infinito poder.

Así, también Dios, en su inmensa bondad da a cada uno de nosotros una palabra todopoderosa con la cual podemos hacer maravillas por Él, para nosotros mismos y para el mundo. Esa palabra es “Jesús”.

Recuerda lo que San Pablo nos dice: “Este es el nombre por encima de todo nombre”, y que “...al Nombre de Jesús doblan las rodillas todas las criaturas del cielo, tierra e infierno”. 

Pero, ¿por qué? Porque “Jesús” significa Dios hecho hombre. Por ejemplo, en la Encarnación cuando el Hijo de Dios se hace hombre, es llamado Jesús así que cuando decimos “Jesús” ofrecemos al Eterno Padre el infinito amor y los méritos de Jesucristo. En una palabra, Le ofrecemos Su Santísimo Hijo Divino, Le ofrecemos el gran Misterio de la Encarnación. Jesús es la Encarnación.

¡Que pocos son los cristianos que tienen una idea adecuada de este misterio sublime y sin
embargo es la mayor prueba que Dios nos ha dado, o pudiera darnos, de Su amor personal
para nosotros! Esto lo es todo para nosotros.

LA ENCARNACIÓN

Dios se hizo hombre por amor a nosotros, pero ¿de qué nos sirve si no entendemos este
amor? Dios, el Infinito, el Inmenso, Eterno, el Dios Todopoderoso, el Creador Omnipotente, el Dios que llena el Cielo con su Majestad, su Grandeza y se hace niñito para ser como nosotros y así ganar nuestro amor.

Él entró en el vientre puro de la Virgen María y allí se echó escondido por nueve meses enteros. Entonces nació en un establo entre dos animales. Era pobre y humilde. Pasó 33 años trabajando, sufriendo, rezando, enseñando su hermosa Religión, obrando milagros, haciendo bien a todos. Él hizo todo esto para probar su amor por cada uno de nosotros y así nos obliga a amarle.

Este estupendo acto de amor ha sido tan grande que incluso ni los más altos ángeles de cielo pudieron concebir que esto fuera posible si Dios no se los hubiera revelado. Fue tan grande que los judíos, el pueblo escogido por Dios, que estaban esperando a un Salvador se escandalizaron al pensar que Dios pudiera hacerse tan humilde. Los filósofos gentiles, a pesar de su supuesta sabiduría, dijeron que era una locura el pensar que Dios Omnipotente pudiera hacer tanto por amor a los hombres.

San Pablo dice que Dios gastó todo su poder, sabiduría y bondad haciéndose hombre por nosotros: “Él se desgastó”Nuestro Señor confirma las palabras del Apóstol cuando dice: ¿Qué más puedo hacer? Todo esto lo hizo Dios no por todos los hombres en general, sino por cada uno de nosotros en particular. Piensa, piensa en esto.

Lo crees, lo entiendes, querido lector, que Dios te quiere tanto, tan íntimamente, tan personalmente. ¡Que alegría, que consolación! Si realmente supieras y sintieras que este Gran Dios te quiere a ti tan sinceramente!

Nuestro Señor ha hecho aún más, nos ha dado todos sus méritos infinitos para que así
podamos ofrecerlos al Eterno Padre tan a menudo como queramos, cientos o miles de veces al día. Y eso es lo que podemos hacer cada vez que decimos “Jesús” si solamente recordamos lo que estamos diciendo. 

Estarás, quizás, sorprendido de esta maravillosa doctrina. ¿Nunca lo has oído antes? Pero ahora por lo menos ya sabes las infinitas maravillas del Nombre de “Jesús”. Di este Santo
Nombre constantemente. Dilo devotamente. Y en el futuro, cuando digas “Jesús”, recuerda que estás ofreciendo a Dios todo el infinito amor y los méritos de Su Hijo. Tú estás ofreciéndole Su Divino Hijo. No puedes ofrecer nada más santo, nada mejor, nada que más le agrade, nada más meritorio para ti.

Que desagradecidos son aquellos que nunca dan gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho por ellos. Hombres y mujeres que viven 30, 50, 70 años y nunca piensan en agradecer a Dios por Su maravilloso amor.

Cuando dices el Nombre de Jesús, recuerda también agradecer a nuestro Dulce Salvador por Su Encarnación. Cuando estaba en la tierra, curó diez leprosos de su odiosa enfermedad. Estaban tan contentos que se marcharon llenos de alegría y felicidad, pero ¡solamente uno volvió para darle las gracias! Jesús estaba dolido y dijo: “¿Dónde están los otros nueve? No tendría que sentir tristeza y dolor con mucha más razón, que le agradecemos tan poco por lo que Él ha hecho por nosotros en la Encarnación y en Su Pasión.

Santa Gertrudis solía agradecer a Dios a menudo con una pequeña jaculatoria, por su bondad, en haberse hecho hombre por ella. Nuestro Señor se le apareció un día y le dijo: “Mi querida niña, cada vez que tú honras mi encarnación con esa pequeña plegaria, vuelvo a mi Eterno Padre y le ofrezco todos los méritos de la Encarnación por ti y por todos los que hacen como tú”.

¿No tendríamos que tratar de decir: “Jesús, Jesús, Jesús” a menudo? Seguramente recibiríamos esta maravillosa gracia.

LA PASIÓN


El segundo significado de la palabra “Jesús” es “Jesús muriendo en la Cruz”. San Pablo nos dice que Nuestro Señor mereció este Santísimo Nombre por sus sufrimientos y muerte. Entonces, cuando decimos “Jesús” deberíamos de ofrecer también la Pasión y Muerte de Nuestro Señor al Eterno Padre por su excelsa gloria y por nuestras propias intenciones. Nuestro Señor se hace hombre por cada uno de nosotros, como si fuéramos el único hombre sobre la tierra. Así que Él murió no por todos los hombres en general, sino por cada uno en particular. Cuando Él estaba colgado de la cruz me vio a mí y te vio a ti, querido lector y ofreció todas las angustias de su horrible agonía, cada gota de su Preciosa Sangre, todas sus humillaciones, todos los insultos y atrocidades. Él las ofreció por ti, por mí, ¡por cada uno de nosotros! Él nos dio todos estos méritos infinitos como si fueran nuestros. Podemos ofrecer cientos y cientos de veces al día al Eterno Padre –por nosotros mismos y por el mundo. Hacemos esto, cada vez que decimos “Jesús”. Al mismo tiempo damos gracias a Dios por todo lo que ha sufrido por nosotros.

Llama la atención que muchos cristianos sepan tan poco del Santo Nombre y de todos sus significados. Como resultado, están perdiendo sus preciosas gracias todos los días y están perdiendo los más grandes premios en el Cielo. ¡Triste, deplorable ignorancia!

COMO COMPARTIR EN 500.000 MISAS

La tercera intención que debemos tener al decir “Jesús” es ofrecer todas las Misas que se han dicho en todo el mundo por la Gloria de Dios, por nuestras propias necesidades y por el mundo en sí. Alrededor de 500.000 Misas son celebradas diariamente, y nosotros podemos y deberíamos compartir con todas.

La Misa nos trajo Jesús. Él, de nuevo, se hace hombre. Se renueva la Encarnación en cada Misa tan realmente como cuando se hizo hombre en el vientre de su Madre. También se sacrifica en el altar tan real y verdaderamente como lo hizo en el Calvario aun que de una manera mística, sin sangrar. La Misa se dice no solamente para los que asisten a ella en la iglesia, sino para todos que desean oírlo y ofrecerlo con el sacerdote.

Todo lo que tenemos que hacer es decir con reverencia “Jesús, Jesús” con la intención de
ofrecer estas Misas y participar en ellas. Es una gracia maravillosa asistir y ofrecer una Misa, pero ¡no sería mejor ofrecer y compartir en 500.000 Misas todos los días?

Entonces cada vez que decimos “Jesús” sea esta nuestra intención.

1. Ofrecer a Dios todo el infinito amor y méritos de la Encarnación.
2. Ofrecer a Dios la Pasión y Muerte de Jesucristo.
3. Ofrecer a Dios todas las 500.000 Misas celebradas en el mundo – por su gloria y nuestras propias intenciones.

Todo lo que tenemos que hacer es decir la palabra “Jesús”, pero sabiendo lo que hacemos.

Santa Matilde estaba acostumbrada a ofrecer la Pasión de Jesús en unión con todas las Misas del mundo por las ánimas del Purgatorio. Nuestro Señor le mostró una vez el Purgatorio abierto y miles de almas subían al cielo como resultado de su pequeña oración. 

Cuando decimos “Jesús” podemos ofrecer la Pasión y las Misas del mundo no solamente por nosotros sino por las ánimas del Purgatorio y por la intención que queramos. Siempre habrá que ofrecerlas por el mundo entero y por nuestro propio país en particular.

Extracto del Libro "Las Maravillas del Santo Nombre". Rev. Paul 'Sullivan, OP.