Las velas no tienen poder alguno. Hay gente que las usa de todos los colores posibles para sanar, quitar malas energías o atraer la suerte. La vela en la Iglesia Católica sólo se usa para hacer bonito y como símbolo. Pero fuera de su valor estético y simbólico no tienen efectividad alguna.
Alguno se preguntará si lo que he dicho es válido si la vela está bendecida. La respuesta es sí. Una vela bendecida no tiene poderes. La bendición es una oración por la que le pedimos a Dios que haga algo a través de un instrumento. El poder de una vela bendecida es sólo el poder de la oración. No es que el objeto a partir de ese momento tenga poderes mágicos. Sino que es un objeto por el que la Iglesia ha orado para ejerza una buena influencia sobre nosotros. Por ejemplo, recordándonos a Dios con su luz.
Se debe combatir la idea, por ejemplo, de que una vela bendecida trae buena suerte. O que una vela de un color tiene un poder específico. O que el número de velas sobre el altar tenga algún poder especial. Dígase lo mismo respecto al número y tamaño de las velas del altar.
Pero así como se debe combatir la superstición con velas y otros objetos bendecidos, no se puede prohibir desde la religión el supuesto uso medicinal de piedras, homeopatía o flores de Bach. Estas cosas al no ser usadas de un modo mágico no entran dentro de las cosas que nuestra fe prohíbe. Si se desacreditan hay que hacerlo desde la razón, pero no desde la prohibición en razón de nuestra fe. Dicho de otro modo, la superstición se debe combatir desde la fe. Pero las teorías estrambóticas (mientras no haya magia de por medio) no van contra la religión. Un sacerdote puede prohibir a un cristiano que tire una herradura hacia atrás para que le de suerte. Pero no puede prohibirle que se alimente de pétalos de rosas porque así cree que se curará de todas sus enfermedades. El feng shui es una superstición porque nada cambia la suerte de las personas, pero no así el que cree que tumbándose en la cima de las montañas, la energía de las montañas puede curarle sus migrañas. Por eso se puede decir que un cristiano no puede practicar ni creer en el feng shui, pero no se puede obligar desde la religión a no creer en el poder sanador de las cimas de las montañas.
Padre José Antonio Fortea.