Una vez hizo un intento grave contra la vida de Domingo.
Una noche, mientras oraba en la iglesia de Santa Sabina, una enorme piedra fue arrojada a él por una mano invisible de la parte superior del techo, pero le rozó la cabeza, e incluso arrancó la capucha, pero cayó sin más lesiones al santo, y quedó enterrada profundamente en el suelo junto a él.
El ruido fue tan fuerte que despertó a varios de los frailes, que llegaron a toda prisa al lugar para investigar la causa; y encontraron fragmentos del pavimento roto, y la piedra partida donde cayó.
Pero Domingo estaba arrodillado en silencio en oración, y parecía como inconsciente de lo que había sucedido.