sábado, 11 de julio de 2015

MILAGROS DE SAN BENITO



El muchacho que no sabía nadar.

     El joven Plácido cayó en un profundo lago y se estaba ahogando.  San Benito mandó a su discípulo preferido Mauro: "Láncese al agua y sálvelo".  Mauro se lanzó enseguida y logró sacarlo sano y salvo hasta la orilla.  Y al salir del profundo lago se acordó de que había logrado atravesar esas aguas sin saber nadar.  La obediencia al santo le había permitido hacer aquel salvamento milagroso.

El edificio que se cae.  

     Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme pared y sepultó a uno de los discípulos de San Benito.  Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente despertado de un sueño.

La piedra que no se movía. 

      Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un centímetro.  Entonces el santo le envió una bendición, y enseguida la pudieron remover de allí como si no pesara nada.  Por eso desde hace siglos cuando la gente tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar, consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene prodigios.  Es que este varó de Dios tiene mucho influjo ante Nuestro Señor.

 Muertes anunciadas. 

      Un día exclamó: "Se murió mi amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al cielo un bello globo luminoso".  Al día siguiente vinieron a traer la noticia de la muerte del obispo.  Otro día vió que salía volando hacia el cielo una blanquísima paloma y exclamó: :Seguramente se murió mi hermana Escolástica".  Los monjes fueron a averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa mujer.  El, que había anunciado la muerte de otros, supo también que se aproximaba su propia muerte.