Ante todo, hay que decir que forman parte del orientalismo neo-pagano y gnóstico de la Nueva Era, y que no son meras representaciones pictóricas; por el contrario, se trata de un objeto de valor sagrado para el hinduismo y el solo hecho de portarlo, implica una adhesión ilícita, de parte del católico, a la creencia oriental hindú que la sustenta. Por otro lado, el “mándala” se inscribe dentro del esoterismo, un conjunto de conocimientos, enseñanzas, tradiciones, prácticos o ritos, practicados por “iniciados”, es decir, por aquellos que “conocen” dichos conocimientos, pero cuyos postulados filosóficos y teológicos se encuentran en las antípodas del cristianismo y de las enseñanzas de la Iglesia.
Cuando se profundiza en la noción del mándala, se pone en evidencia su carácter absolutamente incompatible con los dogmas de fe de la Iglesia Católica. Como dijimos antes, el mándala no es un mero elemento decorativo, aún cuando su significado en sánscrito es “diagrama” o “dibujo”: es la representación simbólica de lugares sagrados para el budismo; podríamos decir, es como un “mapa de un templo”, para expresarlo en términos occidentales. Pero va más allá todavía, porque los dibujos –según el esoterismo hindú que fundamenta al mándala- hacen referencia a realidades espirituales profundas y complejas que trascienden las meras apariencias. En otras palabras, se puede ver en el mándala una determinada figura, pero esa figura es en realidad la expresión visible, sensible, simbólica, de una realidad espiritual gnóstica.
De esto vemos que un católico no puede, en absoluto, poseer un mándala, porque es un objeto religioso –supersticioso- que expresa una espiritualidad radicalmente contraria y por lo tanto incompatible con la Fe católica.
Para interpretar un mándala, es necesario poseer “conocimientos” esotéricos, los cuales no son otra cosa que fútiles engaños o de la soberbia humana, o del orgullo demoníaco; pero más allá de que sea artificio de la soberbia humana o engaño diabólico, lo que hace incompatible al esoterismo que sustenta a la mándala, es que se trata de conocimientos contrarios a la Sabiduría de Dios, encarnada, manifestada y revelada en Cristo, el Hombre-Dios.
Podríamos decir que la “lectura” del mándala es el equivalente gnóstico y esotérico de la oración cristiana, aunque no tiene punto de comparación con ésta, puesto que la oración cristiana se dirige al Dios Verdadero, mientras que la lectura gnóstica del mándala, no. La utilización del mándala como técnica de meditación es inviable para el fiel católico, puesto que recorrer el mándala es, en la creencia esotérica budista, utilizar un instrumento sagrado para alcanzar la energía sagrada o el “poder divino”.
Hay un elemento que agrega todavía más confusión, y es la mezcla del esoterismo hindú con el cristianismo gnóstico, lo cual da como resultado la confección de mándalas con ángeles caídos, los cuales se reconocen por sus nombres –Uriel, Azrael, etc., e incluso hasta los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, aunque en estos casos se trata de burdos “robos de identidad y usurpación de nombres” por parte de los ángeles caídos- y porque no hacen ninguna referencia a Jesucristo, Rey de los Ángeles, ni a la Virgen, Reina de los ángeles, además de caracterizarse por ser portadores de “energías positivas”, “ondas de bondad”, “salud”, “prosperidad”, y otras “dones” apreciados por los paganos, pero no hacen ninguna referencia a la salvación o a la condenación eterna y mucho menos a su rey, el Ángel caído, el Príncipe de las tinieblas.
Por este motivo, para un católico, que posee la Verdad Revelada en su plenitud por Jesucristo, Sabiduría de Dios, Verdad que es resguardada, interpretada y expuesta bajo la guía del Espíritu Santo, por el Magisterio de la Iglesia, recurrir al mándala, además de ser un pecado de superstición, es una soberana pérdida de tiempo, que bien tendría que ser usado para rezar el Rosario, asistir a Misa, leer la Sagrada Escritura, o las vidas de los santos.
Fuente: Observatorio Anti Sectas.