jueves, 26 de enero de 2017

¿Enfermedad de la mente o mal del alma?


Una vez mi amigo, el padre Fausto Negrini, durante un exorcismo le dijo al diablo:

—«Posees poca gente. Nadie sabe siquiera que existes».

El respondió:

—«¿No te basta con ir a los manicomios para ver a cuánta gente yo poseo?».

Satanás esta derrotado, expulsado, echado fuera, pero logra arrastrar consigo a muchas personas. En este sentido, el problema de los presuntos internos psiquiátricos es muy serio. Los psiquiatras no se dan cuenta. Mientras la medicina del cuerpo ha dado pasos agigantados, con enormes progresos en la comprensión y curación de las enfermedades, en lo que respecta a conocimiento de la psique, la causa y la curación de las enfermedades psíquicas, las investigaciones todavía están muy atrasadas. Puede decirse que en la mayor parte de los casos los psiquiatras dan golpes de ciego. Entre ellos hay quien me asegura que mas o menos el 70% del trabajo de un psiquiatra se origina en la necesidad de remediar los tratamientos errados de otro psiquiatra. He colaborado a menudo con ellos, aunque es difícil encontrar alguno creyente, porque casi siempre tienen en Freud a su dios. Muchas veces sus conocimientos resultan fundamentales. Sin embargo, hay muchos casos en que la enfermedad parece psiquiátrica, pero realmente no lo es; en otras, la enfermedad psiquiátrica está fuertemente agravada por la enfermedad demoníaca.

Es interesante la observación del teólogo Walter Farrell en “Guía de la Suma Teológica”, cuando asocia la inspiración diabólica de la obra de Nietzsche a «aquellas turbaciones del intelecto que en los años siguientes harían caer progresivamente al filósofo en el abismo insondable de la locura». Resulta espontáneo pensar en un vínculo, aunque no necesario de causa y efecto, más que en un simple nexo de casualidad.

Sobre estos temas he hablado a menudo con un amigo mío psiquiatra, que también ha venido a muchos exorcismos y ha notado cuáles pueden ser los efectos demoníacos también sobre la psique humana. Al principio no quería creer en el diablo, pero luego debió admitirlo. Él fue quien me permitió tener un encuentro con sesenta psiquiatras de alto nivel, con quienes tuve una interesantísima discusión, de la cual nació un libro. Me hicieron las preguntas más difíciles que jamás me hayan hecho, pero pude responderlas todas. Expuse mis razones, llevé mis ejemplos, la experiencia de décadas de trabajo en este campo y ellos no pudieron hacerme objeciones convincentes. En cierto sentido hemos definido los 2 ámbitos de interés con cierta precisión.

Por lo demás, en el Evangelio se ponen a menudo las 2 cosas juntas. Jesús curaba a los enfermos y expulsaba a los demonios. El padre Cándido en esto era extraordinario. Tenía carismas excepcionales. Muchas veces dejó pasmados a los médicos, a hospitales enteros. Nunca se equivocó en sus diagnósticos y mandaba a los psiquiatras de confianza a algunos pacientes. En los demás casos hacía exorcismos u oraciones de sanación.

Para un exorcista es fundamental, además de ser extremadamente difícil, saber distinguir un mal maléfico de un mal psíquico. Los síntomas en que se basan los psiquiatras y construyen su diagnóstico son completamente diferentes de los que interesan a los exorcistas. Cada uno debe permanecer en su campo, y entonces los unos son útiles a los otros.

Entendámonos: un exorcista está muy atento a la sensibilidad de la persona, al agua bendita. Es significativo un caso que le sucedió al padre Cándido. Estaba haciendo un exorcismo y encontrándose sin agua bendita, mandó a su ayudante a que trajera un poco. En cuanto el hombre vuelve con el agua y el aspersorio, el demonio al que el padre Cándido estaba interrogando dice a través de la persona exorcizada: «Con esa agua sólo puedes lavarte la cara». En efecto se trataba sólo de agua corriente, porque había sido cogida del grifo de la sacristía. El demonio de inmediato había captado la diferencia.

Muchas veces basta rociar agua bendita y el demonio que está dentro de la persona rociada comienza a gritar: «Basta, basta, me quema». Precisamente por esta resistencia del diablo hay casos en que resulta fundamental darse cuenta de la sensibilidad para distinguir el agua bendita de la normal. A veces pido a los familiares que hagan una prueba para ver si la persona que ellos señalan tiene verdaderamente un problema demoníaco. Hace poco tiempo me sucedió un caso de estos con una chica de 20 años. Por lo que la madre me había contado, tenía yo fuertes sospechas. Entonces le aconsejé que preparara secretamente con el agua bendita una comida que a su hija le gustaba mucho y la llevara a la mesa para toda la familia. La mujer decidió hacer una sopa. Nadie conocía el experimento, todos la comieron tranquilamente menos la chica, que la puso aparte encontrando una excusa: «No tengo ganas de tomarme la sopa». Al día siguiente, la mujer repitió la prueba poniendo el agua bendita en otro alimento y el resultado fue el mismo.
También la aversión a lo sagrado es un signo importante. Recuerdo a un joven que tiraba y destruía las imágenes sagradas que encontraba. Si llegaba a casa el sacerdote para la bendición de Pascua o por otro motivo, él sin dar la cara se encerraba en su habitación. Le aconsejó al padre rezar mentalmente una oración en su presencia, escogiendo un momento normal de la vida familiar.‐ En la mesa el padre comienza a decir mentalmente el Padrenuestro y el hijo, de repente, con violencia, se levanta ordenándole que no continúe.

Son tantas las personas que tienen realmente necesidad de ayuda, pero no para todas son necesarios los exorcismos, antes de dar una cita hago una gran selección y pido una serie de informaciones. Como primera cosa me sirve un diagnóstico médico respecto a los trastornos que los afectan. Luego, pregunto si normalmente la persona lleva una vida de oración, desde cuándo está afectada por esta alteración y si la primera manifestación tuvo lugar con relación a un acontecimiento especial. Pregunto cómo se manifiesta la alteración, si es furiosa, si hay gritos, estrépitos, espasmos, movimientos incontrolados. Pregunto que reacciones tiene a las bendiciones. En muchos casos envío cuestionarios con preguntas. Si al leer las respuestas no encuentro lo que llamo «síntomas sospechosos», evito recibir a la persona para dedicarme a otros casos, porque, repito, son muchas las peticiones. Casi a diario encuentro el contestador telefónico lleno.

Por otro lado, el exorcismo es lo último que se debe hacer cuando todo lo demás no ha surtido efecto. Para muchas personas a menudo es suficiente sentirse espiritualmente acogidas y guiadas, basta escucharles sus necesidades, orar con ellas, enseñar a orar también por quien es la causa de su problema, guiarlos a prepararse para una buena confesión. Luego, también hay muchas personas con fijaciones, paranoias, con la manía de estar endemoniados, perseguidos por el diablo y así por el estilo.

Un método infalible son también las liturgias comunitarias de sanación y de liberación. Si no hay reacciones y síntomas específicos en estos casos tampoco los habría con el exorcismo. Naturalmente, también se necesita discernimiento en cuanto a lo que sucede en las misas de sanación y liberación. Puede suceder que alguien se ponga a gritar, se desespere, se eche por tierra o se ponga violento. Pero muchas veces se trata de problemas de histeria o de sugestión. Otras veces ya sabemos cuáles son las personas a quienes debemos no perder de vista, porque ya han sido señaladas. Por ejemplo, algo así me sucedió una vez con Milingo, cuando hacía misas de sanación y liberación los primeros lunes de cada mes. Había una enorme cantidad de personas. Muchos eran los fenómenos de histeria y sugestión. Antes de la celebración, Milingo me advirtió de la presencia de un endemoniado que iba a presentar ciertos síntomas, como de hecho sucedió luego.

¿Milingo? Sí, le conozco, he oído hablar de él a las personas que lo frecuentan, participé en su celebración. AI final de todo esto he tenido la sensación de que se presentan bellas ocasiones que luego se van perdiendo. ¿Se trata de un exorcista que se dejó encadenar por el demonio?


Su historia es muy triste. Somos amigos. De vez en cuando me llama. Viene a buscarme. Hablamos. Oro por él todos los días. Pido que el Espíritu Santo le dé la gracia de la humildad, la cual es fundamental; sin esta no puede haber arrepentimiento, no se pueden reconocer los errores cometidos ni tener el valor de revisar el propio comportamiento. No hay duda de que con él se cometieron injusticias, pero él se sobrepasó en la protesta y en la oposición a la Iglesia. A su vez la Iglesia ha hecho mucho para volverlo a acoger con los brazos abiertos. Ciertamente necesita un baño de humildad. Y luego, conocimientos erróneos, influencias erróneas, el reverendo Moon, la mujer que lo tiene aferrado a sí, los insondables misterios del alma humana... También Judas expulsaba los demonios como todos los apóstoles, y después entró en él Satanás. Una cosa es el poder de expulsar a los demonios y otra cosa las opciones y la vida personal.

Padre Gabriel Amorth. 

Más fuertes que el mal.