La misión de San Gabriel consiste en revestirnos de la fuerza de Dios. Nos permite vencer la trampa más peligrosa de Satanás: el desánimo. El desánimo engendra duda , confusión, miedo y agitación interna. Produce abatimiento, que es la principal tentación del enemigo infernal para dejarnos sin defensas.
Glorioso ángel San Gabriel, comparto conmigo la alegría que sentiste cuando llevaste el celeste mensaje a María. Admiro el respeto con el que te presentaste ante Ella, la devoción con la que la saludaste, el amor con el que, el primero entre todos los ángeles, adoraste en su seno al Verbo Encarnado. Te pido que, siempre que rece el Rosario y el Ángelus, me obtengas decir con los mismos sentimientos que tú el saludo que dirigiste a María y ofrecer con el mismo amor que tú los respetos que presentaste al Verbo hecho hombre.