Bendito sea San Miguel,
que con ardor inaudito,
de ¡Quién como Dios! al grito,
ha destronado a Luzbel.
Desde tu alto dosel,
protege a la Iglesia santa,
que angustiada levanta
suplicante su clamor.
Hiere a Satán y al error,
que hoy de nuevo se levantan.