sábado, 20 de junio de 2015

¿ORAR O DECRETAR?

El decretar termina por llevar al ser humano a un rechazo a los planes de Dios.


"El poder de la oración", cuando escuchamos esta frase, creemos que es una fórmula mágica, en la cual se pronuncian las palabras claves y “abracadabra”, ¡problema resuelto!. "Yo decreto, Dios me obedece". Esto es algo que se ve mucho entre los protestantes donde su doctrina es la sola fe, se aferran al poder de la palabra, todo está en decretar prosperidad, sanación y listo.  Pero esta forma de pensar está cada vez más presente también entre los católicos.

Me estoy refiriendo a cierto tipo de oración cuyo origen no es verdaderamente cristiano, sino pagano, donde se pretende dominar todo lo que nos amenaza y obtener de una manera "mágica" lo que deseamos en cuanto a éxito y logros materiales.

En este punto quisiera que tuviéramos presente lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: 
2117: Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar las potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro o recurren a la intervención de los demonios.

Estoy hablando de las llamadas oraciones de protección, donde se decreta, se declara o se sella el éxito, el bienestar y se elimina todo lo que te pueda hacer daño.

El decretar

¿De donde viene este moda de decretar? De una "teología de autoayuda" que considera el "Yo Soy" de Dios como algo presente en todo el universo y en cada individuo de una manera no personal, sino como una energía. Es decir es Nueva Era con disfraz de teología.

Esta aparentemente inocua técnica de pensar en positivo implementa el pretender lograr lo que se desee a través de "poderes mentales”, tal forma de actuar termina por llevar al ser humano a un rechazo de los planes de Dios y de Su Voluntad, y de las situaciones por Él permitidas, pues el que usa este procedimiento comienza a tratar de obtener lo que cree merecer o necesitar, y para ello decreta y ordena lo que piensa le hará feliz. Así trata de lograr beneficios materiales, comodidades, empleos, posiciones, salud, etc., por acondicionamiento mental de sí mismo ... y lo que es más grave: de los demás.

Así, Satanás tienta al ser humano, pretendiendo hacer de él un ser auto-suficiente y poderoso, entre otras cosas, a través de técnicas de desarrollo de supuestos "poderes mentales", prácticas conducentes a confundirlo y a tratar de hacerlo "ser como dios", que fue la tentación original a Adán y Eva. Sin embargo, la meta del ser humano es llegar a Dios en el Cielo y para esto no necesita desarrollar poderes mentales, sino buscar la Voluntad Divina durante su vida en la tierra.

"Lex orandi, lex credendi" ("La ley de la oración es la ley de la fe"), debemos tener cuidado de no dejarnos llevar por modas de oración aunque parezcan bonitas, si no expresan cabalmente nuestra fe. Y las personas nos podemos equivocar, pero la Palabra de Dios permanece.

La verdadera oración y sus frutos

El llamado “poder de la oración” no es una pócima, ni una fórmula, ni una solución, orar es un estado al cual se llega para alcanzar tres cosas:

Una comunicación con Dios; saber que existe un ser supremo, que necesito encontrarme con Él y por ello no sólo debo de disponer mi cuerpo, sino también de la mente, desprenderme de todo lo material, de todo lo que me agobia, para así dejarme inundar del Espíritu Santo, que envía el Padre, creer las palabras de Cristo en Mateo 11; 28-30. Orar es pasar tus cargas al Señor.

Para recibir paz y sabiduría; esta es la segunda etapa de la oración, una vez despojados de todo problema, el Espíritu Santo te llenará de la paz que necesita tu corazón y calmará tu ansiedad, con esto tendrás la lucidez para ver la solución donde no la había o para comprender lo que no tenía sentido.

Dejar obrar a Dios; es el último paso de la oración, después de esto entenderás que tú no eres Dios, que nuestro tiempo no es el tiempo de Dios (Kairos) y que nuestra sabiduría es deferente a la de Él. Por ello sabrás que Dios actuará en el momento en el cual necesites, según Su Voluntad..

Aquí radica el poder de la oración, nadie después de haber orado correctamente sentirá angustia, depresión o soledad y verá en su vida la manifestación divina del obrar de Dios. Entendiendo el porqué y para qué está pasando por x situación.     
Fuente: catholic.net