En la dicha, Santos Arcángeles Nosotros les alabamos. Ten carca de Dios para servirle. Ustedes resplandecen su Gloria. Al frente de las armas celestiales, Aquí estás, San Miguel.
Por la fuerza de tu derecha Triunfa la Gracia de dios. Mensajero de los secretos del señor, Aquí estás San Gabriel. Despierta en nosotros el amor por los senderos de la luz.
En nuestra búsqueda del Reino, aquí estás, San Rafael. Tú, nuestro apoyo contra la enfermedad Y nuestro guía hacia la salud.
Multitud radiante de los Ángeles, ayúdennos, todos ustedes; Hagan que seamos sus compañeros en la felicidad que Dios reparte.
Honor, potencia y gloria Al Padre, al Hijo y al Espíritu, El Dios Santísimo que ustedes alaban En su himno sin fin. Amén.
San Miguel prepara el tiempo en que serán los simples pastores (como Juana de Arco) los que guiarán a los pueblos, y no los intelectuales egoístas y altivos, expertos en la malicia, extraños al amor.
San Miguel tiene la misión de separar el calor del frío, al santo del corrompido, el trigo de la cizaña. Indolencias, tibieza, apatía, cobardía, son juzgados y aniquilados para separar la luz de las tinieblas.
¡Cuántas conjuras tenebrosas, cuántas alianzas complacientes por el oro, el poder, el sexo, la espiritualidad barata, con la Bestia dominante! Llena de promesas y fascinación, ella tiene ese poder de despertar la rabia en las ovejas, de hacerlas gritar con los lobos que las devoran.
¡Cuántos razonamientos altaneros y perversos, destruidos de golpe por la humanidad obediente del Lugarteniente de Dios!