Las formas de meditación no-cristiana son prácticas de concentración profunda y no de oración.
En la meditación no-cristiana la persona busca en las profundidades del propio yo llegar a la conciencia de la propia divinización.
En la oración cristiana: sea vocal, de meditación o de contemplación, el orante busca a su Dios para rogarle o para adorarle, para conocer Su Voluntad o para dejar que Él vaya moldeándolo de acuerdo a ella, para manifestarle su amor y para dejarse amar por Él ...
¿Son equivalentes la oración de contemplación y de meditación del Cristianismo y la llamada “meditación” del Paganismo?
En el Cristianismo, aparte de la oración vocal, como es por ejemplo, el Padre Nuestro, existen dos formas de oración mental:
1) La Meditación, en la cual el orante puede contemplar mentalmente un pasaje de la Sagrada Escritura o una verdad de la Fe, tratando de descubrir, a través de ese discurso de la mente, cuál es la Voluntad de Dios para sí.
2) La Oración de Contemplación, en la cual el orante no trata de razonar acerca de Dios, sino que se queda a solas con Dios en silencio. Es una comunión entre el alma y Dios, que no puede lograse a base de técnicas, ni puede obtenerse con esfuerzo ni a voluntad, pues la Contemplación es un don de Dios y, como todo don de Dios, Él lo da a quién quiere, cómo quiere y cuándo quiere. Es cierto que hay que desear y buscar la Contemplación, pero sabiendo que el cómo y cuándo recibir ese elevado don, depende sólo de Dios y sabiendo también que Él desea darlo a quien lo busca con un corazón puro y sincero.
La “meditación” pagana (oriental o de la metafísica) nada tiene que ver con la Meditación Cristiana. En aquélla la persona que “medita” busca llegar mediante técnicas especiales que causan estados alterados de la conciencia, al desarrollo de poderes mentales y a ciertas experiencias que erróneamente se consideran estados de unión con Dios.
Estas experiencias pseudo-espirituales provocadas, en que el hombre se siente “divinizado” o “poderoso”, son muy distintas a las experiencias de oración cristiana, sea en la forma de Meditación o de Contemplación.
Inclusive, “a veces se intenta cristianizar las formas, como sucedió, por ejemplo, con el centering prayer y el focussing, pero el resultado es siempre una forma híbrida que exhibe poco fundamento evangélico” (De la Instrucción Pastoral del Arzobispo de México sobre el New Age).
La oración bien hecha y no confundida con técnicas venidas del ocultismo y del paganismo, es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios (cf. Ef.1, 9).
La oración va conformando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar divinas: nos va haciendo ver las cosas y los hechos como Dios los ve; es decir, nos va haciendo crecer en Sabiduría, en la Sabiduría que viene de Dios y que es muy diferente a la sabiduría que viene del mundo, la cual consiste más bien en tener mucho conocimiento humano.
La oración nos va haciendo conformar nuestra vida a los planes que Dios tiene para nuestra existencia. En fin, la oración nos va haciendo cada vez más “imagen de Dios”, porque nos hace ir creciendo en los frutos del Espíritu Santo, algunos de los cuales cita San Pablo en su Carta a los Gálatas: amor, alegría, paciencia, comprensión, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí ... (Gal. 5, 22-23).
Fuente: buenanueva.net