Jesús, Médico de mi alma, Tú que curaste a tantos enfermos movido de tu inmenso poder y de tu gran misericordia, ten compasión de mí. Mírame en tu presencia, aquí me tienes incapaz, imposibilitado, enfermo. Si quieres, puedes limpiarme de esta lepra de mis vicios y mi carne. Puedes arrojar de mí estos demonios que tienen presa mi alma. Puedes, con tu Palabra, calmar la fiebre ardiente de mis pasiones. Yo clamo a Ti con la angustia del náufrago que peligra. Señor, socórreme, que perezco; Señor, ayúdame, que me pierdo; Señor, sálvame, que me condeno.
Clamo a Ti con la humildad del centurión diciendo: No soy digno, Jesús, no soy digno, mas di una sola palabra y mi alma será salva. Mírame, Jesús, entre las olas de este mundo y con mis tormentas de alma. Di al mar de mi corazón que se aquiete, di al viento de mis pensamientos que calle. Mírame hambriento en el desierto de esta vida, sin fuerzas para caminar. Dame ánimo y fuerzas, Señor, para vencer mi debilidad y mi cansancio.
Creo, Señor, que Tú eres el Hijo de Dios vivo. Levántame de esta parálisis para las buenas obras que atenaza mi espíritu. Creo, Señor, que Tú eres la Resurrección y la Vida. Llámame con aquella voz poderosa con que llamaste a Lázaro muerto, para que al fin resucite de mis miserias de muerte. Creo, Señor, que Tú eres la luz del mundo. Disipa de los ojos de mi alma sus tinieblas, para que brille en mí tu fe.
Creo, Señor, que Tú tienes palabras de vida eterna. Habla, Señor, que quiero oír tu voz. Enséñame a orar y a conversar contigo. Señor, quiero sanar, quiero vivir. Ten misericordia de mí. No dejes que me pierda y desperdicie el tesoro de donación más grande que me has dado al redimirme con tu preciosísima Sangre. Señor, sin Ti estaría perdido pero contigo todo lo puedo. Señor, ayúdame a meditar durante estos días tu sagrada Pasión, conviérteme, llévame de tu mano amorosa al sacramento de la Confesión y mantenme firme en tu amor durante toda mi vida.
Amén.