jueves, 17 de abril de 2014

RELOJ DE LA PASIÓN


El Reloj de la Pasión es una oportunidad para estar con Nuestro Señor en los momentos más importantes de su vida. Repasa hora a hora la vida de Jesús durante el jueves y viernes santos.

 Es una devoción popular que lleva hacia un hondo seguimiento en la pasión y muerte de Jesús, ayuda a comprender la semana Santa, alimenta la vida de oración, la meditación y a contemplar a Jesús que continúa sufriendo en las personas de tantos crucificados.

 RELOJ DE LA PASIÓN

 Jueves

 Seis de la tarde: Jesús se ciñe con un lienzo, y echando agua en una bacía, lava los pies a sus discípulos, los enjuga y besa. ¡Qué humildad!

 A las siete, instituye el Santísimo Sa­cramento, dando a los Sacerdotes el pas­moso poder de convertir el pan y vino en su Cuerpo y Sangre preciosísima. ¡Qué amor!

 A las ocho, va al huerto de Getsemaní, y a pesar de la tristeza y sudor de sangre, ¡cuán fervorosa y constante es su oración!

 A las nueve, es entregado por Judas, preso, cargado de cadenas y abandonado de sus discípulos: ¿y no le has entregado tú también alguna vez?

 A las diez, llévanle a casa de Anás: ¡cuán diferente entrada hace hoy en Jerusalén, de la que hizo el día de Ramos! ¡Qué terrible bofetada le dan!

 Viernes

 A las cuatro de la mañana. Ha sufrido esta noche infinitos escarnios en casa de Caifás: Pedro le ha negado tres veces; y ahora gritan todos que es blasfemo y dig­no de muerte. ¡Qué ingratitud!

 A las cinco, le conducen al presidente Pilatos: ¡qué insultos por las calles! ¡Con qué furor le acusan!

 A las seis, es presentado a Herodes; le visten una ropa blanca y escarnecen co­mo a loco; ¡y es la sabiduría infinita!

 A las siete, Pilatos lo pone en parangón con Barrabás y ¡ay, es pospuesto a tan vil asesino!

Alas ocho, mírale atado a la columna, y despedazado con innumerables azotes.

 A las nueve, híncanle en la cabeza una corona de punzantes espinas. ¡Qué tor­mento!

 A las diez, dice Pilatos: Ecce Homo, mostrándole al pueblo; y éste pide, feroz, que sea crucificado; cede el cobarde juez, y le condena a muerte.

 A las once, sale ya con la cruz a cues­ta. ¡Qué caídas tan dolorosas! ¡Qué amar­gura cuando encuentra a su Madre! ¡Qué palabras dirige tan tiernas a las mujeres que le siguen!

 A las doce, le desnudan y enclavan en la cruz. ¡Qué ignominia! ¡Qué tormento!

 A la una, ruega por sus verdugos; abre el paraíso al ladrón, y nos da por madre a su propia Madre; ¡qué bondad!

 A las dos, quéjase amorosamente con su Padre: tiene sed ¡y le dan a beber hiel y vinagre!. . . Ya todo se acabó.

 A las tres, entrega su espíritu al Padre Eterno, y muere por mi amor. Di cinco Padre nuestros, con los brazos en cruz, si puedes y hallas devoción en ello.

 A las cuatro, bájanle de la cruz, ¡qué escena aquella tan tierna! ¡Qué lágrimas! ¡Qué coloquios!

 A las cinco, mira a Jesús en los brazos de su Madre, y, viendo cómo sepultan a su Hijo, toma parte en su inmenso dolor.


Fuente: devocionariocatólico