miércoles, 3 de abril de 2013

EL ARCÁNGEL SAN GABRIEL



Los nombres que la Sagrada Escritura da a los santos ángeles, sirven para declarar­nos sus ministerios y oficios: y por esto aquel Príncipe valeroso que tomó la voz de Dios contra Lucifer, se llama Miguel, que quiere decir: Quién como Dios? Y el que vino a curar a Tobías se llama Rafael, que se interpreta Medicina de Dios: y el que anunció a la Virgen la Encarnación del Verbo eterno, Gabriel, que significa Fortaleza de Dios, porque venía a anun­ciar al que había de ser Hombre y Dios, y en la flaqueza de nuestra carne mos­trar el brazo fuerte de su divinidad. Del ángel san Gabriel hallamos en las divinas Letras haber aparecido al profeta Daniel, y señalándole el tiempo en que el Mesías había de venir al mundo y librarle con su muerte del duro yugo de Satanás, cumpli­das aquellas hebdómadas o semanas de años abreviadas y misteriosas. El mismo san Gabriel apareció a Zacarías estando incensando el altar, y le anunció el dichoso nacimiento de su Hijo san Juan Bautista, y el gozo universal que todos de él recibi­rían, y la abundancia de gracia y de Espíritu Santo que tendría aquel niño, aun en las entrañas de su madre. Y finalmen­te vino a la purísima Virgen y Reina del cielo, nuestra Señora, como secretario del Consistorio divino, para declarar lo que en él se había determinado de la Encarna­ción del Hijo de Dios, tomándola a ella por madre. Las tres embajadas del arcán­gel san Gabriel, si bien se miran, halla­mos que todas se enderezan a un mismo fin y eran parte del profundísimo miste­rio de la Encarnación: porque a Daniel descubrió el tiempo en que el Señor del cielo había de aparecer en la tierra, y el Deseado de las gentes había de dar por ellas su vida; y a Za­carías anunció el nacimiento de san Juan Bautista, que venía co­mo precursor y aposentador del mismo Señor, para dárnosle a conocer y mostrárnosle con su dedo: y finalmente vino san Ga­briel como glorioso mensajero de Dios a la Virgen sacratísima, pa­ra declararle el misterio inefable de la Encarnación del Verbo eterno en su sagrado vientre, y para disponerla y pedirle su con­sentimiento. Por este respeto de­bemos hacer fiesta del gloriosí­simo arcángel san Gabriel y re­verenciarle como nuncio enviado de Dios, y ministro de aquel be­neficio incomparable que la infinita bondad del Señor hizo a todo el género hu­mano.

 Reflexión: Si acá los príncipes de la tierra para tratar grandes negocios en­vían a los grandes de su reino, no hay duda sino que para intervenir en el gran misterio de nuestra redención, y en la nueva alianza que Hizo Dios con los hom­bres, escogería a un ángel nobilísimo y de los más sublimes príncipes del celes­tial ejército. Por esta causa san Ireneo llama a san Gabriel Príncipe de los án­geles, y semejante título le dan san Ambrosio, san Agustín, san Gregorio y otros sagrados doctores de la Iglesia. Seamos, pues, muy devotos de este gloriosísimo arcángel, honrémosle y pidámosle siem­pre su ayuda y favor, para que por su intercesión alcancemos el fruto de aquel soberano misterio, del cual fué embaja­dor celestial, y ya que por particular concesión de la Silla apostólica se cele­bra en los reinos de España la festividad de san Gabriel, que como se ha dicho, significa fortaleza de Dios; pidámosle en este día el soberano don de la fortaleza para no desmayar en medio de los peligros en que nos hallamos, y pelear, va­ronilmente contra los adversarios de nuestra fe y de nuestras almas, y no perder por nuestra culpa el inestimable beneficio de la redención de Cristo.

Oración: Oh Dios, que elegiste al ar­cángel Gabriel entre todos los ángeles para que viniese a anunciar el Misterio inefable de tu Encarnación, concédenos benignamente que los que celebramos su festividad en la tierra experimentemos que nos patrocine desde el cielo. Por Je­sucristo nuestro Señor. Amén.

 FLOS SANCTORVM