martes, 29 de octubre de 2013

La reencarnación y la “Ley del karma”


Así como la meditación Oriental se opone a la oración cristiana y la iluminación a la contemplación y a la santidad, de la misma manera la reencarnación se contrapone a la Salvación y a la Resurrección.

La doctrina de la reencarnación –aceptada desde la antigüedad por los pueblos paganos y de Oriente, y hasta por pensadores como Heráclito, Platón, Kant, Schopenhauer, Emerson, Gothe, Hegel, Wagner, etc. subsiste en nuestros tiempos con un inusitado vigor. Desde luego que innumerables personajes surgidos de grupos gnósticos, esotéricos y ocultistas comparten esta creencia. Gerard Encausse, mejor conocido como Papus señala sus afluentes: “Se puede asegurar que la idea de la reencarnación, que ha sido el faro luminoso de toda la antigüedad, no se ha perdido jamás en ninguna religión; y hoy día esta idea reaparece, defendida por tres tradiciones: la tradición cabalista, procedente de Egipto y transmitida hasta nosotros por los pitagóricos y los neoplatónicos; la tradición oriental, transmitida por el budismo y de la que acabamos de hablar, y por último, la revelación moderna del espiritismo”.

Dicha creencia consiste en la aceptación “del renacimiento de las almas”, en la “transmisión del alma a otros cuerpos físicos” o en el “sucesivo regreso de las almas a la tierra dentro de otro cuerpo”, sea éste humano o animal. Es en el hinduísmo donde encontramos la creencia de que la persona humana, al morir, su alma atman) transmigra (samsara) a los animales y, aún a los vegetales o minerales. Los pitagóricos la denominaban metempsicosis y la vinculaban con la noción de anámnesis (el recuerdo de las vidas anteriores).

La reencarnación no se comprende sin la tesis de budista e hinduísta de la “Ley del karma”. Esencialmente significa “ley de causa a efecto o retribución de los actos. Todo lo que el hombre hace, dice y piensa produce afectos benéficos o nefastos, felices o desgraciados, que tienen su prolongación no sólo durante la vida presente, sino también después de la muerte”.

Por supuesto que dicha “ley” no proviene de Nuestro Señor, no es un principio divino; en nuestra religión el alma humana se dirige al Cielo, al Purgatorio o al Infierno, y el premio o castigo eternos sólo están reservados a Dios. 

El padre Mitch Pacwa SJ nos explica la idea de la reencarnación y del karma de esta forma:

“El hinduismo enseña que hay cuatro metas en esta vida: 1) placer, sexo y gozo estético (kama); 2) éxito mundano, ganancias materiales, logros sociales y políticos (artha); 3) obligación, justicia y ley (dharma) y 4) liberación en las esferas religiosa y espiritual de la vida (mukti o moksha).

Con todo, al igual que en todas las religiones y filosofías, las personas generalmente no alcanzan sus metas ni viven una felicidad total. Alguna gente incluso elige romper la ley moral y frustra el logro de sus metas. En el hinduismo dichos errores son vistos como pecados o como imperfecciones de la naturaleza y personalidad humanas inherentemente malos en el hinduismo. De hecho, el bien y el mal no son absolutos morales en guerra uno con el otro. Más bien, la gente debe asumir la responsabilidad por sus pecados e imperfecciones y trabajar para corregirlos. Si uno falla en cambiar en esta vida y se da cuenta del atman o su ser interior, el alma transmigrará a un cuerpo diferente en otra vida. Esta transmigración es llamada samsara. La ley de causa y efecto –karma— determina a qué clase de cuerpo entrará el alma. Si una persona mejora moralmente, entonces su próximo cuerpo será de un nivel superior; el pecado [no entendido en el sentido cristiano] y el error causarán problemas en la siguiente reencarnación. Esta escala de valores para la reencarnación coloca a los insectos y a la mayoría de los animales en el límite más bajo de la escala de transmigración.

“Un ser humano pecador retornará como animal y un animal continuará descendiendo más y más en la escala de la vida hasta que dicho individuo aprenda a hacerse bueno. En esta escala, la mujer es inferior al hombre, por tanto, un hombre malo puede regresar como mujer, mientras que una buena mujer puede ascender hasta convertirse en hombre en su próxima vida. Existe igualmente una jerarquía entre las castas, con los Brahmanes (originalmente sacerdotes de los conquistadores arios) en primer lugar. La gente buena puede reencarnar en sus vidas futuras en castas superiores. “La meta es que un alma altamente desarrollada pueda regresar como una vaca o toro Brahmin que es el estado más avanzado en la tierra. Después de su vida como toro Brahmin un alma puede desprenderse del ciclo de la reencarnación y alcanzar la gran meta de la unión total con Brâhma. En ese punto, el alma individual se desintegrará en la grandiosidad de Brâhma como una gota de agua que pierde su individualidad al mezclarse con el océano”.

Los new agers, sin embargo, tienen una noción distinta de la de los budistas y de la de los hinduistas. Como acostumbran, toman lo que más les place de un credo y de otro y lo acomodan a su conveniencia. Lo mismo hace la teosofía, la antroposofía y el espiritismo. Bernard Franck, en su Diccionario de la Nueva Era, nos explica así su idea:“Opinan que, después de la muerte, nuestra alma transmigra a otro cuerpo para llevar allí a cabo su educación espiritual bajo la dirección de unos guías o ángeles de la luz, que se encargan de enseñar al candidato a la vida perfecta cómo puede desembarazarse de los malos residuos que ha ido acumulando durante su vida anterior (o sus vidas anteriores) en virtud de la ley del karma, para hacerse de ese modo un ser perfecto que vive al unísimo con la energía cósmica y universal, según el proverbio: ‘Todo es energía, todo es uno, todo es divino”.

En ambos casos, bajo la concepción de Oriente o de la NE (que también la entiende como un “proceso de aprendizaje y de realización individual progresiva”), la reencarnación es incompatible con la fe católica. Dicen los Consejos Pontificios de la Cultura y para el Diálogo Interreligioso que “tanto la unidad cósmica como la reencarnación son irreconciliables con la creencia cristiana de que la persona humana es un ser único, que vive una sola vida de la que es plenamente responsable: este modo de entender la persona pone en cuestión tanto la responsabilidad personal como la libertad”.

Pero el mundo Occidental ha sido seducido nuevamente por esta doctrina, al igual que miles de fieles católicos. Hoy está de moda leer en México a Yohana García (“especialista en terapias del alma”), quien maneja en sus libros y conferencias la tesis de la reencarnación; es autora de Francesco, una vida entre el cielo y la tierra (Ed. Pax México); Francesco decide volver a nacer, y Salvemos al amor, Ed. Planeta (en el cual aborda el tema de los ángeles). Lo mismo podemos atestiguar en el libro Vidas que se repiten, de Dulce Regina (Ed. Grijalbo). Aquí encontramos temas sobre vidas pasadas, reencarnación, terapia de regresión y astrología kármica. Pues hasta la canalizadora Elizabeth Clare Prophet escribió Almas compañeras y llamas gemelas. Cómo influye el karma en las relaciones de pareja (Porcia Ediciones). ¡Imagínese!  Uno de los métodos que los new agers han adoptado para conocer las “vidas pasadas” o “anteriores” de sus clientes, es decir, de sus múltiples reencarnaciones, es el hipnostismo. 

Jaime Duarte Martínez